Continuamos actualmente con respuestas técnicas ineficaces (ver los efectos dañinos de los “mercados del carbono”, o los compromisos demasiado débiles de la Comisión Europea sobre las emisiones de CO²), o, incluso, con referencias a la responsabilidad individual que solo provocan culpabilidad e impotencia (puedo ponerme un suéter grueso y bajar la calefacción, pero ¿qué sentido tiene si mi gobierno promueve la conservación de modos de producción que contaminan en un segundo mil veces más de lo que yo puedo tratar de ahorrar en un año?)
Sin embargo, no existe duda sobre el hecho que las emisiones de gas de efecto invernadero (y más ampliamente una economía de saqueos, de desperdicio y de contaminación) están destruyendo nuestros espacios habitables y nuestros recursos vitales. Frente a este peligro, la Conferencia de París, dentro de un año, será determinante. Si fracasa, habremos perdido uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. Pero hay muchas posibilidades de que París fracase, a menos que un movimiento social muy poderoso proporcione una solución que sea al mismo tiempo:
- Una opción política de conjunto (no un añadido al sistema actual) que tenga un efecto real sobre el saqueo de los recursos y sobre la contaminación.
- Que sea financiada de manera realista (no una lista de deseos piadosos).
- Que responda al mismo tiempo a la urgencia ecológica y a las necesidades básicas de los trabajadores y a las precariedades en los países pobres, pero también en los países ricos. Solicitar a los trabajadores elegir por una parte el clima y por otra parte su trabajo, su salario, la seguridad de sustento de sus familias, es condenar a perder a ambos.
En este contexto, parece alentador que se publiquen planes basados en las dos observaciones siguientes:
- La austeridad fracasa económicamente después de haber devastado socialmente a muchos países, y entonces existe una demanda, incluso en la comunidad empresarial y financiera, para invertir masivamente.
- El rescate de los bancos ha demostrado que, cuando los gobiernos lo desean realmente, encontrar dinero (¡mucho, mucho dinero!) no es un problema…
La primera pregunta es, evidentemente, evaluar en qué responden estos planes a las tres condiciones propuestas a continuación. Presentamos aquí un breve análisis de dos proyectos: el plan “una nueva vía para Europa” propuesta por la CES, y la propuesta “mil millones para el clima” lanzada por Pierre Larrouturou. El detalle de estas propuestas puede encontrarse en los sitios mencionados.
Quedará una segunda pregunta, que se plantea a los movimientos sociales en todo el mundo y también de forma clara a Alter Summit y a sus miembros: si existe un plan adecuado, ¿habrá una movilización poderosa, de largo y fuertemente coordinad para imponerlo? ¡Aquello que necesitamos en definitiva, no es un “plan”, sino más bien un planeta!
Queda ver qué coalición amplia y realmente europea puede construirse sobre uno u otro de estos planes. Y cabe destacar que en este estado, ninguna de las dos propuestas aquí descritas desarrolla mucho las 3 interrogantes que merecerían sin duda un debate profundo en los movimientos:
1. ¿Qué hay que desarrollar? ¿Aislar casas, claro, pero qué más? ¿Desarrollar medios de transporte? ¿Cuáles? ¿Y qué actividades deben disminuir en contrapartida? En pocas palabras, cuáles son los objetivos de una política económica de “transición justa”?
2. ¿Cómo debería conducirse el debate democrático sobre estos asuntos de política económica? ¿Cómo evitar que sea solo un debate entre expertos, poco susceptible de construir un consenso popular amplio?
3. Finalmente, al igual que el libro famoso de Tim Jackson de hace 5 años, y de casi todos los debates acerca de la “transición”, no hablamos aquí del motor central que controla la economía de despilfarro y de destrucción: la necesidad insaciable de acumulación del capital. Sin duda, no podemos pedir a todos una propuesta, pero querer la transición sin buscar los medios de meter al capital en razón, ¿no es acaso como tratar de apagar el fuego sin detener a los pirómanos?
Felipe Van Keirsbilck, octubre 2014
Traducción: Zaida Machuca, Coorditrad
El plan de la CES, una nueva vía para Europa
La CES parte de la observación de un fracaso total de las políticas de austeridad: “Salarios promedio en baja en 18 estados miembros de la UE estos 5 últimos años, pobreza y desigualdades en aumento. La respuesta de la UE y de los gobiernos europeos a la crisis financiera y de la deuda ha sido disminuir los gastos públicos (…)”
La CES quiere creer que incluso los dirigentes de la UE toman consciencia de este fracaso: “el crecimiento económico es cercano a cero. La economía se contrae en Alemania, se estanca en Francia y en Italia surge una nueva recesión. Los responsables europeos comienzan a darse cuenta que la austeridad no funciona.”
Sobre esta base, propone un objetivo de inversión del 2% del PIB de la UE en un período de diez años, esto es aproximadamente 10 x 250 millones de € para “un plan de inversión masiva asociando fondos públicos y privados necesario a nivel europeo e internacional.”
¿Millones para hacer qué? La CES propone una lista de inversiones posibles:
• Transformación de energía.
• Redes e infraestructuras de transporte.
• Educación y formación.
• Desarrollo de redes de banda ancha.
• Futuro industrial apoyo condicionado a las PME.
• Servicios públicos y privados (por ej. renovación urbana, salud y protección social).
• Infraestructuras y viviendas adecuadas para las personas de edad avanzada.
• Viviendas sociales.
• Promoción de una gestión sostenible del agua.
Mil millones de euros para “salvar el clima”
P. Larrouturou considera otro punto de partida, aquel de la creación monetaria: “para salvar a los bancos, el Banco Central Europeo ha puesto 1.000 millones sobre la mesa entre diciembre de 2011 y enero de 2012. En julio de 2014, el BCE anunció que pondría nuevamente 1.000 millones sobre la mesa con tasa de interés “cero”. Puesto que se ha procedido así con los bancos, se puede hacer igual con el clima, rebajar nuestras facturas y crear empleos…” Él recuerda “que en diez años, se han creado más de 2.600 millones por y para los bancos privados – y nada para los estados. Es hora de volver a poner la creación monetaria al servicio del bien común más que al servicio de los bancos”, y propone un pacto “que permitiría a cada estado prestar cada año, durante 20 años 1% de su PIB a tasa de interés 0 con el Banco Europeo de Inversiones.” Se habla, entonces, de montos totales similares a los mencionados por la CES (aquí 125 millones por año durante 20 años, la CES hablando de 250 por año durante 10 años.)
La idea de relanzar la creación monetaria pública es cada vez menos tabú (es una pista mencionada por la CES en su último anuncio sobre el financiamiento de la transición energética), y sería “posible sin cambiar los Tratados: el BCE puede prestar al Banco Europeo de Inversión el que luego prestaría a los Estados.” Sin embargo, quedaría una interrogante: endeudarse a tasa de interés cero está bien, pero igualmente significa endeudarse, lo que actualmente está prohibido a casi todos los Estados por el siniestro TSCG.
¿Millones para hacer qué? Para aislar las construcciones, desarrollar energías renovables y la investigación a nivel europeo sobre las energías renovables, los transportes y la eficiencia energética: “la transición energética es una oportunidad, puede ser fuente de ahorro (hasta 1.000 € por hogar y por año, según la Comisión Europea) y generadora de empleos (200.000 puestos clave solo en Francia)”
Otra característica de la propuesta “salvar el clima” es la voluntad de verla apoyada por movimientos y por ciudadanos. La idea (funesta, a mi juicio) de pasar por una ICE (iniciativa ciudadana europea – dispositivo previsto por el tratado, pero controlado y bloqueado por la Comisión) fue abandonada por los socios del proyecto.